Una familia moderna - Helga Flatland

[Liv] Puede que haga unos veinte años que no vamos de viaje todos juntos, desde que el término familia solo incluía a Ellen, a Håkon, a mamá, a papá y a mí. Alguna vez hemos planeado coincidir en la casa de campo, que mamá y papá y Håkon y puede que Ellen se queden un par de días más para después dejárnosla en exclusiva a Olaf, a mí y a los niños. Pero un viaje así, un viaje planificado del tipo ahora nos vamos de vacaciones, no lo hacemos desde que yo tenía veintipocos años y viajaba en un coche de alquiler con Ellen y Håkon a mi lado en el asiento de atrás.

[Liv] Pero la vida nunca se puede planear al detalle, decía papá. Tienes que aceptar que no puedes controlarlo todo siempre.

Mamá coge aire varias veces para decir algo. Finalmente se vuelve hacia papá.

—¿Quieres decir algo al respecto, Sverre? —pregunta.

Se miran durante unos segundos eternos. No soy capaz de interpretar la expresión facial de ninguno de los dos. Papá retira la mirada primero, nos mira a Ellen, a Håkon y a mí, estira el mantel a ambos lados del plato y duda un momento antes de apoyar ambas manos en la mesa y bajar los hombros.

—Hemos decidido separarnos —dice papá.

—Es una decisión muy meditada. Ambos sentimos que la relación se ha quedado vacía, que ya hemos sacado todo lo que podíamos de nosotros mismos y de nuestro matrimonio —prosigue papá—. Ya no vemos un futuro juntos.

Últimamente estoy pensando que igual tiene razón. Que el motivo de que el divorcio me afecte tanto es que no tengo seguridad en mí misma, como sigue diciendo Ellen. Estoy anclada exclusivamente en quienes me rodean. Pero nunca he deseado estar sola, ser independiente, al contrario, siempre he considerado que mis relaciones con los demás, adaptarme a ellos, formar parte de algo más grande, de una comunidad, es una virtud.

Por momentos puedo llegar a pensar que no es nada razonable que mis padres se divorcien justo ahora, que tengan que hacerlo justo en este momento tan duro para mí, imponerme esa carga. A menudo tengo una sensación de injusticia al ver cómo rechazan con ese desdén a su familia delante de mí, que estoy desesperada por formar la mía propia. Enseguida me avergüenzo profundamente de esos impulsos egoístas, pero el resentimiento permanece en mí por mucho que me obligue a pensar de forma racional.

Miraba a mis hermanas con escepticismo, me alegraba de no tener que vivir así y no ir a hacerlo en ningún momento. Liv y Olaf, que eran una unidad invariable, como una cadena perpetua indiscutible el uno para el otro. La eterna búsqueda del tío perfecto de Ellen, el que le daría todo y lo sería todo para ella. Sabéis que tenéis opciones, que podéis elegir otra cosa, les dije una vez que quedamos los tres a tomar una cerveza y ellas dos no paraban de quejarse de Olaf y de la falta de un Olaf. Desestimaron lo que les decía, como hacen casi siempre con lo que no quieren oír, lo que no soportan asimilar, mientras me explican que soy demasiado joven para entender las cosas.