Mi 2022 en libros: reflexiones y propósitos

La lectura es una de las piedras angulares de mi vida, suelo abordarla no como un pasatiempo o un ocio con el que llenar mi tiempo, sino como una píldora emocional para cambiar, o no, mi estado de ánimo. 

Despertar emociones, ese es para mí el objetivo de la lectura. Conectar con mis sentimientos, mis anhelos, mis alegrías y mis recuerdos. 

Los libros me ayudan a modular mi sentir y son mi puerta de escape para saltar a otro plano. Por eso no acostumbro planificar con anticipación mis lecturas, ni las elijo tomando en cuenta el sexo del autor, pero veo con agrado que me fascina descubrir el mundo a través de la mirada femenina... y sí, también en el 2022 las autoras fueron tendencia.

Al oeste de Nueva York, Chautauqua County, me causó escalofríos, algo siniestro acechaba en sus abundantes bosques. Con un juego entre lo dicho y lo no dicho, Joyce Carol Oates (📖 Persecución) me mantuvo al filo del abismo.

Huí con Sara Mesa (📖 Un amor) a La Escapa, en el medio de la nada, la casa literalmente se caía a pedazos. Las aldeas despobladas me asustan un poco, hay demasiado silencio y la vida en el campo no es tan bucólica como suele idealizarse.

Sin embargo en Galicia los caminos se hicieron poesía, página tras página Ledicia Costas (📖 Golpes de luz) me atrapó con su emotiva sencillez. 

Recorrí Castilla-La Mancha y con Pedro Simón (📖 Los ingratos) recordé mi infancia, los veranos en un pueblo pequeño, los amigos de la época, las travesuras, los juegos, los paseos en bicicleta.

Caminé detrás de un sueño en compañía de Pepa Calero (📖 Leer, viajar, estar vivos). Viena, Trieste, Varsovia, Budapest, Praga, Salzburgo, Berlín, Lisboa y Tánger, fue un viaje lento mientras ella me hablaba de escritores, personajes y paisajes.

Junto a Seichō Matsumoto (📖 El expreso de Tokio) di un vistazo a la cara tradicional de la tierra del sol naciente, descubrí las maravillas que guarda Japón recorriendo en tren sus ciudades más importantes.

París me sedujo, me conquistó, me tomó en sus brazos y me absorbió lentamente mientras la prosa de Delphine de Vigan (📖 No y yo), (📖 Las horas subterráneas), (📖 Las gratitudes) me atrapaba y me robaba el corazón.

Crucé el charco con Mariana Enríquez (📖 Bajar es lo peor) y me sentí cercada, asfixiada y engullida por los febriles remolinos del oscuro mundo nocturno de Buenos Aires. 

A pesar de los fantasmas y secretos que salieron a la luz, Cape Haven en California fue un imán para mis sentidos. En compañía de Chris Whitaker (📖 Empezamos por el final) respiré a pleno pulmón rodeada de olas incansables, acantilados cubiertos de flores y atardeceres que parecían no terminar nunca. También Montana me enamoró, tierra de vaqueros, montañas nevadas, onduladas praderas, lagos de aguas transparentes y brillantes cielos azules.

Volé a las Islas Canarias con Andrea Abreu (📖 Panza de burro) y quedé "escachada" en Icod de los Vinos, entre el lejano horizonte oceánico y un banco inamovible de nubes.

Con David Trueba (📖 Cuatro amigos), desde Madrid puse rumbo a Valencia al volante de una vieja furgoneta que apestaba a queso. Un viaje sin destino con mis mejores amigos, trazado para poner tierra de por medio, porque en aquellos días solo importaba el aquí y ahora.

Una espiral turbulenta me sumergió en Taering, Dinamarca, las clases acababan de empezar. Dura, cruel y extremadamente provocadora, Janne Teller (📖 Nada) logró zarandearme y me puso a pensar: ¿Qué significado tiene la vida y dónde están los límites? ¿Qué es lo verdaderamente importante y cuánto importa lo que más me importa?...

La travesía de Hamburgo hasta el sur de Australia me emocionó, conmovió y estremeció. Un viaje sensorial que me dejó sin aliento. Sublime, intensa, cálida e íntima, así es la prosa de Hannah Kent (📖 Devoción), una de las más bellas que he leído hasta ahora. 

Joyce Carol Oates (📖 Babysitter) me llevó al Detroit de los años 70, respiré la atmósfera de la ciudad mientras reinaba un secuestrador infanticida en serie. Un recorrido por los rincones más oscuros de la psique humana.

Finalicé el año paseando con Ian McEwan (📖 Chesil Beach) por la larga y solitaria playa de Chesil Beach, al sur de Inglaterra, escuchando el sonido de las olas rompiendo suavemente en la orilla. Una playa de guijarros de distintas formas y texturas, y de diferentes eras geológicas, unas piedras que dibujan en el suelo un mapa del tiempo.

Me gustaría conservar la cifra de libros leídos el año pasado, sin embargo más que cantidad busco calidad literaria que me enriquezca.

Confío mucho en tu buen criterio lector para guiarme por el camino de esas historias que nos apasionan, de esas prosas que hacen latir nuestros corazones.

Sabes que si dejo de leer me falta algo, mi alma necesita esos momentos de sosiego que le proporciona la lectura.